Naci en una familia de la alta sociedad Católica Romana de origen
Español en la ciudad de la Habana en Cuba. Cuando tenía 5 años, mi
familia salió hacia Miami, dejando atrás no solo la Revolución
Comunista pero también sus negocios y casas.
Éramos solo una de tantas familias que llegaron a Miami en ese año. El
año era 1960.
En Miami, mis padres me inscribieron inmediatamente en uno de los
mejores colegios católicos en un área donde casi no había población de
origen cubano.
El deseo de mis padres era que nos asimiláramos a la cultura americana
lo más rápido posible: hablar perfecto ingles y tener las mismas
oportunidades que los niños americanos
Yo no tuve amigos de habla hispana por muchos años, fui una estudiante
modelo del Colegio Católico, zapatos blanco y negro, uniformes del
estilo escoses, oraciones en Latin, misa todas las mañanas y
continuamente cantando en el coro de los velorios de los curas y las
monjas.
Nunca pertenecí al grupo. Seguí a los demás, actuaba como ellos,
rezaba en voz alta y sin embargo en el fondo no me sentía parte de
ello.
Alrededor de los siete años, asistí a un campamento de verano en donde
conocí a mi primera amiga Judía. Se llamaba Raquel.
Raquel llegaba con su propia comida y no se le permitía comer nada de
la comida que ofrecían ahí .Todos los niños le hacían burla, pero a mi
me atraía como una luciérnaga a la luz. Me fascinaba estar con ella,
me adherí a ella como pegamento.
Por muchos años solamente veía a Raquel en el campamento de verano,
pero durante el año yo buscaba añoraba lugares con otras personas
Judías. Era muy difícil dadas las circunstancias de la sociedad
protegida donde yo fui educada y criada. Pero ahí estaba la indagación
constante de un contacto con el Judaísmo. Era inexplicable, no tenía
ningún sentido pero sin embargo ese sentimiento existía.
Me sentía mas cómoda cuando de casualidad conocía a una persona judía
que cuando estaba dentro de la iglesia.
No volví a ver a Raquel, jamás sabrá el impacto que su amistad tuvo en
mí y en la transformación de mi alma.
Los años pasaron y yo con ellos, Estudie en una preparatoria Católica
y me involucré en una serie de actividades extracurriculares. Y como
suele suceder, la vida me llevó por el camino.
En ese entonces tuve varias amigas judías. Mis padres nunca supieron
de eso. Por horas hablaba con ellas por teléfono pero rara vez las
veía.
Era yo muy joven cuando llego el momento de entrar a la universidad,
dado que me salte varios grados escolares. Tenía solamente 16 años
cuando recibí una beca para entrar a la mejor universidad católica de
Miami. Debido a que era tan joven, no se me permitía manejar, por eso
viví en los dormitorios de la Universidad atendidos por las monjas. La
única estudiante de mi misma edad fue mi compañera de cuarto.
Uno de sus padres era Judío. ¿Qué hacia ella en esta escuela?
Evidentemente no hay coincidencias.Como era de esperarse nos hicimos
amigas. Ella se crió en el seno de una familia Judía. Yo pasaba horas
y horas tratando de vislumbrar hasta el más pequeño detalle acerca de
la religión judía.
Me inscribí en una clase de Teología y Religiones Comparadas, donde la
directora de este departamento era una brillante monja que
posteriormente fue rectora de la Universidad. Su sabiduría me impactó.
Aprendí más entonces acerca de la filosofía del judaísmo que en
cualquier otra etapa de mi vida.
Más tarde supe que ella había ido de puerta en puerta con el fin de
solicitar ayuda para la construcción del monumento del Holocausto que
hasta hoy existe. Una mujer admirable que incidió en mí para ser quien
soy hoy.
Me case muy joven, a la edad de 17 años. Mi vida consistía en trabajar
tiempo completo en el negocio familiar, Madre de tiempo completo y
estudiante de medio tiempo.
A los 33 años retomé lo que había dejado atrás. Comencé a devorar
volúmenes de literatura Judía con diversos temas como Halajá, Fiestas
Judías, matrimonio, filosofía, shabat y todo lo que llegara a mis
manos.
Empecé a visitar sinagogas y de vez en cuando atendía algún servicio.
Hice muchas amistades lo cual nunca pude compartir con mi ex -marido.
Nos divorciamos y mi búsqueda continuó. Mi hijo tenía 14 años y mi
hija 3. No fue posible hacer una conversión para mis hijos en ese
momento.
Ahora si indagué y estudie con veracidad. En definitiva podía poner mi
cuerpo y mi alma alineados. Me sentía muy cómoda en las sinagogas.
Sentía nostalgia y la sigo sintiendo cuando escucho el canto de las
plegarias. Sabía que estaba más cerca que nunca de mi hogar, sin
embargo más distante de mi casa y de mi familia donde me crié. Ellos
no me entendían. Mi alma se había transformado desde una edad muy
joven y ellos permanecieron igual. ¿Por qué era yo tan diferente?
Me reuní con el Rabino de una comunidad pequeña ortodoxa cerca de mi
casa y el amablemente me explicó que yo no podía ser Judía. Se
resistió y se negó varias veces a mi conversión hasta que finalmente
accedió a que yo fuera a un Beit Din. Por varios años estudié
intensamente y finalmente me convertí al judaísmo. Ese momento fue en
el que conseguí mi más grande logro, sin embargo no tenía con quien
compartirlo. Los amigos no vienen fáciles a alguien en un proceso de
conversión. No podía mirar hacia atrás y el camino a seguir parecía
muy solitario.
El camino fue difícil. Mantener las reglas de kashrut en una casa
donde los niños se le antojaba lo que siempre habían comido, no poder
comer en casa de mis padres, tratar de ajustar de arriba abajo los
horarios de las actividades de mis hijos para que no afectaran el
shabbat y las fiestas judías. No fue fácil, pero estaba yo tan feliz,
tan en casa y tan cómoda que perseveré.
Un par de años más tarde conocí a mi esposo Michael, cuya familia era
originaria de Rumania y nos casamos. Él siempre fue religioso lo ha
sido y siempre lo será, mi círculo completo. Michael tuvo la paciencia
de un santo (sin doble sentido) y ha sido siempre la roca que me apoya
cuando las cosas se ponen difíciles, cuando mi vida pasada choca con
mi vida actual. Juntos, hemos engrandecido a mi hija de la mejor
manera que podemos, dadas las circunstancias inusuales.
Mis abuelos maternos eran de un pequeño pueblo a orillas del río Duero
que separa a España y Portugal llamado Fermoselle. Mi abuelo nació
allí y la abuela de mi abuela era de allí. Eran primos segundos.
Durante años traté de que ellos me ayudaran a hacer un árbol
genealógico, pero lo que conseguí fue evasivo. Nunca fui capaz de
obtener la historia familiar de ellos. Mi abuela sabía que me había
convertido al judaísmo y a menudo me decía lo peligroso que era. ¡Qué
peligroso que era que me hubiera convertido! Siempre he pensado que
quería decir que era peligroso para mi alma pero me di cuenta hasta
años después lo que ella quería decir, lo peligroso que era ser Judío.
Mi abuela materna murió un viernes por la mañana. Esa mañana, vi a mi
madre que me dijo que la tradición de la familia era enterrar a los
muertos de inmediato. Me quedé muy sorprendida. ¿Qué tipo de tradición
era esa para una sólida familia católica? Ninguna cantidad súplicas
sirvió . Mi abuela fue enterrada en Shabbat en un cementerio bastante
lejos y no pude ir. Mi dolor era insoportable. Al día siguiente, mi
familia vino a verme a mi casa, dado el hecho de que no fui al
entierro. Me sorprendió mucho cuando todos vinieron caminando.
Francamente, pensé que no me dirigirían la palabra nunca más. Mi mamá
puso una pequeña caja sobre la mesa y me dijo que mi abuela le pidió
que me la entregara en el día de su muerte. En el interior había un
Hamsa antiguo y unos aretes de oro con una pequeña Estrella de David
en el centro. Nada más. Sin ninguna nota, o algún comentario, sólo
esos dos objetos. Yo estaba abrumada por el significado.
El Hamsa del relato
En un instante, tuve recuerdos de los tiempos en mi vida que yo había
visto y sentido muchas cosas pero nunca supuse que podríamos haber
sido descendientes de los marranos.
Sentada en esa silla, sosteniendo esa caja, me acordé de la manta que
habían puesto sobre nuestros hombros durante mi primer matrimonio,
como una costumbre antigua familia que todavía está en uso hoy en día
por los sefardíes la colocación de un Talit sobre los hombros de la
pareja. Me acordé de las veces que mi abuela y yo hicimos una enorme
cantidad de postres para las fiestas, las viejas recetas de la Villa
de Fermoselle, siempre Parve y ella siempre ponía un poco de masa,
envuelta en papel de aluminio y la metía en el horno. Las veces que
rompía los huevos en un vaso para comprobar si había sangre antes de
tirarlos a la basura, la forma en que siempre me enseñó a barrer el
piso hacia el centro de la habitación (Una vieja tradición sefardí de
barrer de la mezuzot hacia el centro).
El arete de oro con el Magen David
Era demasiado, sin embargo, hizo todo el sentido del mundo. Claramente
entendí la forma en que mi alma había buscado y había anhelado algo
todos esos años que no era lógico. Empecé mi búsqueda de mis raíces
judías. Mi abuelo me dejó mucho del trabajo, a pesar de que no me lo
dio en vida, había escrito a mano meticulosamente un árbol familiar
que impulsó mi búsqueda hacia principios de 1800. Con esa información
a la mano, fuentes de Internet, y amigos en España, blogs, etc., tuve
la oportunidad de volver hacia atrás quizás dos generaciones más, pero
después me topé con un muro, no era tan solo un muro, pero el muro era
católico. Hasta ese momento, no había encontrado nada.
La búsqueda me llevó 4 años. Durante ese tiempo, contraté a un ex
sacerdote en España, que también era un genealogista. Quería conocer
la verdad. Yo no necesitaba que alguien me dijera lo que yo quería
oír. El hombre que contraté quería que yo fuera católica. El Shidaj
era perfecto. Buscó e investigó las bibliotecas, los museos
históricos, y yo validé los resultados en cada paso. Ahora tengo
copias de la documentación de cada abuela que se remontan 15
generaciones hasta 1545. También tengo los documentos notariales que
va más lejos aún que eso. En 15 generaciones nadie en mi familia había
abandonado el pueblo de Fermoselle. Mi abuelo fue el primero en salir.
Mi madre, de hecho, fue la primera en casarse fuera de la familia.
Ella no se casó con un primo.
Mis resultados hasta la fecha han proporcionado un rico tapiz de un
marrano o una familia conversa-judía. Esta tarea no ha sido fácil,
pero ahora sé que no es imposible, que tenía que desenredar los hilos
con los que mi familia había trabajado tan duramente en el tejido de
la mentira y el engaño con el que tuvo que vivir para poder
sobrevivir. Yo personalmente he sido testigo de cómo han cambiado sus
nombres en cada documento oficial posterior para que no fueran
encontrados por la Inquisición. He rastreado el nombre de todos y cada
uno de mi árbol, para demostrar que cada nombre fue utilizado por los
marranos como un nombre judío. Incluso encontré un nombre como
propietario de una carnicería kosher antes de 1492. La mayoría de los
nombres son nombres típicos de judíos que fueron forzados a
convertirse. Nombres topográficos, como Ramos o Montana, Flores.
Nombres como los Diez y muchos otros. He encontrado en los registros
de la Inquisición archivos del Tribunal mostrando judíos de los mismos
nombres acusados de judaizantes alrededor de 5 km del pueblo de la
familia. He igualado fechas que coinciden con los nombres de la
familia.
Mi árbol genealógico es típico de los marranos, no sólo por la gran
cantidad de matrimonios entre primos, sino también por el nombramiento
de los hijos y la repetición de los nombres de una generación a la
siguiente.
Ahora estoy en el proceso de documentar la historia judía de
Fermoselle, que no se ha hecho hasta la fecha. Quiero dejar las cosas
claras. Quiero ser la voz que mis antepasados nunca tuvieron. Pero por
encima de todo, sólo quiero que otros sepan que esta búsqueda es
posible, teniendo en cuenta los recursos disponibles en la actualidad
en España y Portugal, se pude lograr.
Hoy en día, yo vivo una vida plena en Miami junto a mi esposo. Soy muy
activa en mi Sinagoga y en la Comunidad. Ahora enciendo dos velas
extras en la noche del viernes para mis 15 abuelas. Una por aquellas
que no las pudieron encender y la otra para las que se olvidaron que
las tenían que encender. Mi familia judía es bastante numerosa ya,
compuesta no sólo de cientos de nombres en un árbol genealógico, sino
de un grupo muy unido y muy cercano de amigos que se han convertido en
mi familia .A ellos les estoy muy agradecida por haber sido siempre un
gran apoyo en mi búsqueda y por escuchar mis historias una y otra vez.
Estoy verdaderamente bendecida. Yo, he regresado a casa.
Si Ud. sospecha que es descendiente de Judios Conversos o Crypto
Judios (Marranos o Chuetas) de España o Portugal pueden contactar a
Genie Milgrom spanishancestry@aol.com.
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