En la tribu de Leví, había un hombre, primo de Moshé y
Aharón, muy rico, pero no estaba conforme con su parte, quería tener el puesto
de Moshé, Aharón, ser jefe de alguna tribu, a pesar de que se encargaba de
cargar los objetos más santos del Mishkán.
Su esposa fue la que hizo que crezca su orgullo. De esto aprendemos que
siempre hay que tener una buena mujer.
Koraj hizo una gran fiesta, y a sus invitados empezó a
hablarles mal de Moshé y a hacer que la Torá parezca ridícula. Era un hombre muy
inteligente, pero su orgullo provocó que no crea en la verdad. Moshé les dice a
las 250 personas de la reunión, que si creían que podían ser mejores que lo que
ya eran, leviim (siendo cohanim), que hagan el incienso, Ketoret. Todos ellos
aceptaron menos Ehud ben Peled, que, a diferencia de Koraj, su mujer lo había
incitado a que abandonase los malos caminos. Dicen que ella cada vez que los
hombres de Koraj venían a buscar a su marido, se ponía detrás de la cortina y
hacía como si se peinara el pelo (por la sombra parecía que no tenía la cabeza
cubierta, como una mujer casada). En consecuencia, para no ver a una mujer sin
Tzniut, los hombres se alejaban.
El día siguiente, se reunió todo el pueblo en el Mishkán, a
ver lo que pasaba. Hashem pidió que se alejen de las carpas de Koraj, Datan y
Aviram (reshaim). Moshé les insistió una vez más a que hagan Teshuvá, pero no
le hicieron caso. Hashem hizo que Koraj y sus seguidores fueran quemados.
Koraj, Datan, Aviram y sus familias, fueron tragados por la tierra con todas
sus pertenencias, yendo directamente al infierno. Los seguidores no fueron llevados
al pozo. Koraj recibió ambos castigos: ser quemado y tragado por la tierra.
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