martes, 6 de enero de 2015

Perashat Shemot

Aun después de la muerte de Iosef, sus hermanos y parientes seguían viviendo en Egipto.
¿Por qué no salían del país? Todo esto eran los planes de Hashem, así podía cumplir su promesa hecha a Abraham Avinu: “tus descendientes serán extraños en una tierra, serán esclavos y sufrirán.”
Otra razón era para probarlos si…
·       Si seguirían siendo tzadikim
·       Si se casaban entre ellos (no con egipcios)
·       Si seguirían hablando Hebreo
Los primeros pesukim de la perashá repiten los nombres de los hijos de Yaakov para demostrar el amor de Hashem hacia nosotros: tanto como uno cuenta las piedras preciosas una y otra vez, así Hashem nos nombra. Además, porque ninguno se fue del camino correcto, en cambio sus descendientes no fueron tan justos como ellos.
Luego de decir que bajaron 70 personas a Mitzraim, dice “y Iosef estaba en Mitzraim” para mostrar que seguía siendo igual de Tzadik que cuando cuidaba los rebaños del padre, por más que era virrey.
Iosef les había ordenado que se quedaran en Goshen para que no se mezclen con los habitantes del país pero no lo cumplieron. Como consecuencia, empezaron a hacer idolatría.
En un principio, eran solo 70 Iehudim (casados, más las mujeres e hijos solteros), pero con el paso de muy poco tiempo, se convirtieron en millones. Esto se debe a que Hashem los había bendecido y una madre tenía 6 hijos a la vez.
En Egipto, se levantó un nuevo rey, algunos dicen que era realmente otro y otros dicen que era el mismo pero había renovado los decretos malos contra Bené Israel. Los egipcios se reunieron y discutieron qué hacer con los muchos y fuertes judíos. Dijeron que tenían que ser más inteligentes que ellos: sabían que Hashem castiga medida por medida, así que los castigarían con agua ya que después del diluvio, Hashem prometió no volver a mandarlo. Lo que no sabían es que esta promesa sólo está referida a un diluvio para todo el mundo, no para una zona (luego fueron castigados en el Yam Suf).
Se les ocurrió que podrían hacerlos esclavos, así los padres estarían muy cansados y tendrían pocos hijos. Tendrían que construirles, por ejemplo, ciudades fortificadas, Pitóm y Ramsés en lugares que no son aptos para la construcción por terrenos no firmes.
Al principio, se les pagaba por hacerlo, Paró mismo trabajaba para estimularlos. Así, todos los Iehudim, menos la tribu de Levi (quienes trabajaban en las casas de estudio) empezaron a trabajar demostrando su “orgullo nacional”. De a poco, les iban pagando menos, hasta tal punto que se convirtieron en esclavos. Esto lo vemos insinuado cuando dice que el trabajo de los Iehudim era Parej (que destruía el cuerpo), que se podría leer Pe Raj (boca suave, cautivadora).
Esto no era sólo el plan, también consistía en designar judíos que cuidaban que sus hermanos trabajen duro, si no lo hacían, les debían pegar y si ellos mismos no cumplían con su deber (los policías), serían castigados por los Egipcios. Estos no querían lastimar injustamente a sus familiares, así que recibían el castigo ellos. En recompensa, cuando salieron de Egipto, los que no maltrataron a sus hermanos, fueron designados ancianos del pueblo.
El plan para disminuir el número no funciono, sino todo lo contrario. Cada vez les aumentaban los castigos, sin ver frutos:
·       Un egipcio podía tomar de esclavo a cualquier Iehudí.
·       Ellos mismos tenían que hacer los ladrillos
·       Secretamente, harían matar a todos los bebes varones recién nacidos.
Paró ordenó a las parteras matar a cada bebe judío varón cuando nazca. Estas eran Shifrá y Puá. Ellas no cumplieron el pedido, además, cuando nacían, hacían honor a sus nombres: Shifrá: La que embellece. Puá: Les cantaba para que paren de llorar. Incluso les daban comida y bebida a las madres y las ayudaban.
Cuando el faraón se dio cuenta, las mando a llamar y ellas le dijeron que las madres judías tenían a los bebes sin la ayuda de nadie como animales. También se podría interpretar su respuesta diciendo que eran tan expertas en tener hijos que no se las podía engañar diciendo que el bebé nació muerto. Por hacer esto, fueron recompensadas con las casas (descendencia) de leviim, cohanim y reyes.
Se le ocurrió otro malévolo plan a raíz del pronóstico de los astrónomos que decía que el salvador del pueblo judío estaba por nacer y que sufriría a causa del agua: tirar al río a cada bebé varón, tanto Iehudí como Mitzrí, ya que los astrónomos no distinguían de qué pueblo era (quizá veían que viviría en el palacio de Paró y no entendían por qué un judío estaría allí). Igualmente, el decreto contra los mitzrim duró un solo día. El sufrimiento con el agua hace referencia a Mei Merivá, cuando Moshé golpeó la piedra en vez de hablarle y por eso no entró a Eretz Israel.
Para comprobar que las madres no lo escondían, hizo mudar egipcios entre cada casa judía, así los podían espiar y llamar a los mensajeros egipcios a que los arrojen. Las egipcias también ayudaron: cuando no encontraban al bebe, llevaban a sus propios hijos, los hacían llorar y el bebe buscado, hacía lo mismo.
Hashem no permitió que sean muertos, y el Midrash explica que los conducía a una cueva y Él mismo los alimentaba. Al crecer, se reencontraban con sus padres. Otra explicación es que hacia que respiren abajo del agua, cuando se anuló el decreto, todos salieron vivos.
Amram y Iojebed (Shifrá), dos leviim, tenían dos hijos, Miriam (Puá), de seis años, y Aarón, de tres. Decidieron separarse ya que para qué tendrían hijos si los matarían y el pueblo los copió por ser líderes de la comunidad. A esta acción Miriam responde con ruaj hakodesh que era peor que el decreto de Paró: el de Paró sólo incluía a varones, en cambio el suyo también a nenas. Finalmente, se volvieron a casar.
Tuvieron otro hijo más (Moshé). Su nacimiento fue extraordinario: nació con el Brit Milá hecho, la madre vio con profecía que en el futuro sería profeta y todo el cuarto se ilumino. Por ello lo llamó (entre otros nombres) Tuviá, que viene de la palabra Tov, bueno. Lo pudieron esconder durante 3 meses ya que había nacido antes de tiempo, pero llego un momento que se dieron cuenta de que no podía seguir con su plan. Para salvarlo se les ocurrió ponerlo en una canasta rellena y cubierta de brea y arcilla.
Su hermana lo siguió. La canasta llegó a una orilla donde estaba Batia, la hija de Paró. Se estaba sumergiendo porque tenía lepra (y se curó milagrosamente) o porque se estaba convirtiendo al judaísmo. Le pidió a sus doncellas que le alcanzasen la canasta, pero estas se negaron. Batia estiró su brazo para alcanzarla, algo imposible ya que estaba muy lejos. Hashem por su esfuerzo, le estiró el brazo hasta que la agarró. De esto se trata la frase “hagan un agujero del tamaño de una aguja y yo les abriré puertas de salones”. Ella lo llamó Moshé ya que de las aguas lo sacaron. En realidad, gramaticalmente Moshé no significa sacado sino el que saca, haciendo alusión a que en el futuro sacaría a Am Israel de Mitzraim.
Al ser visto, bebé se largó a llorar y Batia llamó a una nodriza egipcia, pero Moshé se negó ¿cómo la boca que hablaría con Hashem tomaría leche de alguien impuro? Al ver esto, Miriam, le preguntó si quería que le traiga a una judía (Iojebed) y ella aceptó gustosa, hasta le pagó. Así, Iojebed pudo estar 4 años con su hijo, contándole sobre sus raíces.
Batia y su padre se encariñaron de Moshé y jugaban con él como si fuera su hijo y nieto propio. Moshé sufría al ver a sus hermanos, Bené Israel, trabajar tan duro y con el pretexto de supervisarlos, los ayudaba.
Un día, un egipcio le estaba pegando a un Iehudí. Moshé al ver esto mató al egipcio invocando el sagrado nombre de Hashem. Otro día, vio a dos judíos peleando, llamados Datán y Aviram, dos reshaim (malvados). Intervino y ellos, enojados, le contaron lo sucedido con el egipcio el otro día. Paró se encolerizó y lo mandó a matar. Cuando lo iban a hacer, el cuello de Moshé se hizo de piedra. Después, pudo escapar.
Se escapó a Midián, donde vio siete hermanas intentando beber de un pozo de agua, pero no lo podían hacer porque unos pastores las molestaban y las ayudó. Ellas volvieron a su casa y su papá, Itró, se sorprendió al verlas tan temprano ya que los hombres siempre se les adelantaban. Le explicaron que un hombre las había ayudado. Lo invitaron a comer y al darse cuenta la causa de su estadía en Midián, lo tiraron a un pozo. Allí permaneció por 10 años con la ayuda de Tzipora, una de las hijas, que le daba comida todos los días. Después de ser liberado, se casó con ella.
Trabajaba de pastor en la casa de Itró. Un día, estaba pastoreando su ovejas y vio una zarza (arbusto sin hojas) ardiendo, pero milagrosamente, no se consumía. Cuando se siguió acercando, Hashem le dijo que se descalzara ya que esa era una tierra santa (el Har Sinai, donde serian entregadas las tablas). Los zapatos representan lo material, así que realmente Hashem quería se desprenda de ello.
Hashem le ordenó a Moshe que vaya a hablar con Paró para que deje salir a los Iehudim de Egipto, y Él lo ayudaría. Para que los Iehudim le creyeran que era el redimidor, le dio tres señales:
·       Tiró su bastón al suelo y se convirtió en serpiente, al agarrarla, volvió a su estado anterior.
·       Puso su mano debajo de su túnica y la sacó leprosa, al volverla a poner, estaba normal.
·       Tomó un poco de agua del Rio Nilo y se convirtió en sangre.

Fue con su hermano Aarón, ya que él era tartamudo. Cuando se encontraron, se saludaron, pero lo reprocho diciendo: “¿para qué traer más personas a sufrir, acaso hay pocas?”. Al escuchar esto, Moshe, los mandó a la casa de su suegro. Al hablar con Paró, se negó, es más, les endureció el trabajo.

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