Hashem le ordenó
a Moshé contar a los Iehudim, pero no como se hace normalmente (señalando a
cada persona), así no es lo correcto ya que cada vez que lo cuentas, el Satán,
el “acusador”, le dice a Hashem todos sus pecados y esto no queremos; según una
opinión. Para hacerlo, cada hombre de más
de 20 años, le debía dar una moneda de plata de medio shekel de plata. Estas
las contarían, y luego serian donadas al Mishkán. Esto se siguió haciendo también
en la época del Beit HaMikdash cada año para juntar fondos. De aquí sale la costumbre
de dar majatzit hashekel (entregar medio shekel de plata para la sinagoga) en
Purim.
Siguiendo con los objetos del Mishkán, podemos hablar del
Kior, el lavabo: Tenía picos (canillas) de donde salía agua y con ella los Cohanim
se lavaban los pies y las manos para purificar las únicas partes no
santificadas por el uso de las ropas de los Cohanim antes de hacer los
sacrificios (como ya vimos en las Perashot pasadas, estaban descalzos y sin
guantes).
Hashem le dijo a Moshé que preparara el shemen hamishja, un
aceite especial con hierbas para ungir a las partes del Mishkán, a los Cohanim
así se volverían santos y en un futuro a los reyes de Israel (como Shaul, David
y Shelomó).
También faltaba hacer el incienso (Ketoret), una mezcla de 11
especias que se usaban para hacer un sacrificio (Korbán) en el altar respectivo.
Desprendía de él un perfume nunca antes olido. Actualmente, todos los días en
la Tefilá decimos “el Ketoret”, que sería en reemplazo (amén que podamos olerlo
en el Beit HaMikdash en nuestros días) del que hacían los Cohanim, el cual
incluye la parte de la Torá en que se explica cómo hacerlo y comentarios de
Rabanim, Tanaim, etc. Dicen los jajamim que deberíamos considerar cada una de
sus palabras como diamantes por el amor que le tiene Hashem a esta Mitzvá.
Hasta ahora, Hashem sólo le dijo a Moshé lo que tenía que
hacer, pero no se hizo, por lo que le habla de una persona, llamada Betzalel,
un muchacho de tan solo 13 años de la tribu de Iehudá, quien podría hacer los
trabajos de construcción del Mishkán, porque Él le había dado la inteligencia
para realizar cualquier labor necesaria a la perfección y Ruaj HaKodesh para
entender su significado. Para ayudarlo, Hashem eligió a Aholiav, de la tribu de
Dan. Además, podrían pedir ayuda a cualquier persona.
Hashem adviertió que deberían guardar el Shabat: todo lo que
hagan para la construcción del Mishkán, no lo podrán hacer en Shabat. Esto lo
seguimos haciendo hasta el día de hoy (por ej., para hacer las cortinas tejían,
así que nosotros no lo podemos hacer…).
En estos momentos estaba Moshé en el cielo, recibiendo las
lujot (tablas de la ley).
En el campamento Iehudí, habían contado mal los cuarenta días
que Moshé estuvo en el cielo, y pensaron que se había muerto (esto el Satán, el
ángel acusador, lo fomentó mostrándoles una ilusión de Moshé sin vida, según un
Midrash) y empezaron a tener ideas erróneas por lo que querían hacer una imagen
para reemplazar a Moshé, jas veshalom, algo totalmente prohibido, y hasta
algunos la querían idolatrar. Los egipcios superficialmente se habían
convertido en Iehudim, pero en su corazón seguían queriendo hacer idolatría,
hasta algunos eran magos. Ya hecha la imagen los brujos hicieron que pueda
moverse y tenga forma de becerro. Según otra explicación, un chico llamado Mijá
arrojó una plaquita de oro con el nombre de Hashem que había escrito Moshé para
suba el ataúd de Iosef del agua.
¿Quién era Mijá? Los egipcios, cuando los Iehudim no llegaban
a cumplir con la cantidad de ladrillos que había que hacer, la completaban con
bebés vivos. Moshé le pidió a Hashem rescatar a uno, ¿por qué inocentes
criaturas sufrirían así? Y Hashem aceptó pero le advirtió que todo tiene un
propósito, incluyendo los castigos a estos bebés aparentemente inocentes…Este
bebé luego fue Mijá y más adelante provocó que muchos Iehudim, incluyendo al
nieto de Moshe, hagan idolatría.
Hashem le contó a Moshé lo que pasaba y dijo que los iba a
destruir a todos y que de él nacería un pueblo nuevo, pero Moshé hizo mucha tefilá
para que no pase, que prefería morir él o ser borrado del Libro (la Torá) y,
efectivamente, nos salvó. En la perashá pasada, no aparece ni una vez el nombre
de Moshé y es por esta razón.
Al bajar a la tierra, Moshé los vio con sus propios ojos y
tiró las lujot, los Iehudim al verlo se sintieron muy avergonzados y se dieron
cuenta de lo que habían hecho.
Todos los que pecaron y fueron vistos por dos testigos
válidos los cuales les advirtieron de no hacerlo, fueron ejecutados por los
leviim bajo la espada. Los demás, tomaron un agua que contenía polvo del
becerro de oro triturado. Los que habían pecado, se murieron. En total fueron
3.000.
El día siguiente, 17 de Tamuz, volvió a subir a pedir a
Hashem que los perdone, así estuvo 40 días. Al terminar, dijo que cada castigo
que tengan en el futuro, sería por este pecado. Hasta hoy seguimos completando el
castigo.
Hashem le dijo a Moshé que él (Moshé) tendría que tallar las
segundas lujot. El 10 de Tishré, Iom Kipur, Moshé les dijo a los Bené Israel
que habían sido perdonados. Desde aquel, día el rostro de Moshé brillaba, pero
él no se daba cuenta. Aharón y los jajamim temían acercársele, cuando lo notó,
se puso un velo/máscara, la cual se sacaba cuando hablaba con Hashem.
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