Había una vez un rey que tenía muchos hijos, pero tenía uno preferido. A este último, le hizo un regalo muy especial: un traje de seda nuevo, único en su tipo. La prenda, era el celo de sus hermanos debido a su gran belleza.
Un día, el hijo predilecto salió con su vestimenta preferida a jugar al patio con sus amigos, pero no fue cuidadoso, por lo que su traje se rasgo, perdiendo su perfección. El niño se largó a llorar, sin saber cómo decírselo a su padre!
Cuando llegó al palacio, el monarca se enojó con su hijo, pero al verlo tan arrepentido, le dio una segunda oportunidad, dándole un nuevo traje, pero de menor esplendor. Esta vez, el pequeño sólo lo vestía en ocasiones especiales, temiendo arruinarlo.
En la fiesta de cumpleaños de su hermano, donde traía puesto su traje, se distrajo y empezó a jugar con muchos chicos en el parque. Allí, se le manchó y arruinó por segunda vez.
Cuando se presentó delante de su padre, fue reprendido, pero se apiadó de su predilecto: le dijo que tenía preparado para él un traje mucho mejor que el primero, pero solamente se lo daría cuando demuestre merecerlo
Esta es aparentemente, un simple cuento, pero nos viene a explicar cómo es Hashem (el Rey) con nosotros (su hijo preferido)... Los primeros dos trajes, vendrían a ser el primero y el segundo Beit HaMikdash, y el último, el tercero, que se construya en nuestros días.
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