Biniamín
estaba encarcelado por haber “robado” la copa de Iosef. Iehuda insistía ir él a
la cárcel, en vez de su hermano menor, pero se negaba. Intentó convencerlo de
tres maneras: rezar a Hashem, hablarle a Iosef amablemente y hasta amenazar con
una guerra. A esto último, Iosef junto a su hijo Menashé respondieron mostrando
su fuerza, única de los hijos de Yaakov. Iehudá estaba desesperado: había
prometido a su padre que si no volvía con Biniamín, perdería la vida en este
mundo y en el venidero. Llegó al punto de querer destruir todo el país, pero
Iosef no lo permitió, primero echó a todos los egipcios (para no hacer pasar vergüenza
a sus hermanos) y les confesó su verdadera identidad.
Al escuchar
esto, los hermanos temieron que Iosef tomara venganza, pero no fue así, les
habló amablemente y les ofreció quedarse en Goshen (ciudad que Paró había
regalado a Sará cuando la raptó, y además alejada de los goim, para que no se
asimilen), una ciudad de Egipto, ya que la hambruna del sueño de Paró no había
terminado. También mandó a llamar a su padre, y para que le crea que seguía
vivo, le mandó a decir la última halajá que habían estudiado juntos.
Yaakov ya era
anciano y si le decían de golpe que Iosef vivía, podía causarle daño, por lo
que decidieron que Seraj la hija de Asher le cantaría y tocaría el arpa diciendo:
“mi tío Iosef vive y es rey en Egipto”. Al escucharla, Yaakov se reanimó, dejó
de estar de duelo, el ruaj haKodesh (inspiración divina) le volvió y la bendijo
con que nunca moriría. Así fue, vivió hasta más que el rey David y subió al Gan
Eden en vida.
Antes de
bajar a Egipto, van a Beer Sheva, al igual que Itzjak, para ver si Hashem
quería que vayan. Al contrario que su padre, Hashem le ordena ir y le promete
que volverán a Israel. Primero fue Iehudá para hacer casas de estudio. Cuando
los vio venir, Iosef y todos los egipcios fueron a recibirlos. Yaakov bendijo a
Paró diciéndole que la hambruna terminará.
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