Cualquier persona que tocaba un
muerto, estaba impuro (tamé); no podía entrar al campamento de la Shejiná,
donde estaba el Mishkán. Para purificarlo, se tenía que quemar una vaca
totalmente roja, y con sus cenizas mezcladas con agua, rociarlo el tercer y
séptimo día desde que se impurificó. El séptimo día al anochecer, se tenía que
sumergir en una Mikve, y se tornaba puro. Toda persona que tenía contacto con
las cenizas de la vaca roja (para adumá), se volvía impura y tenía que
sumergirse en la Mikve al anochecer.
Los Iehudim ya estaban en su año número
40 en el desierto (¡se habrán dado cuenta que la Tora de no nos habla de más de
32 años!). El 10 de Nisan Hashem (no el Ángel de la Muerte), tomo el alma de
Miriam cuando tenía 125 años. Los Iehudim tendrían que haber llorado por ella,
pero solo lo hicieron sus hermanos, Moshé y Aharón. En lo que no tardaron, es
en quejarse por el agua, que al morir Miriam, su fuente se secó.
Hashem le dice a Moshé que hable
a la roca de Miriam, y fluiría agua. Moshé
dudo qué piedra era la correcta, el pueblo lo empezó a apurar, se desespero y
le pego. Esto estuvo mal, y Hashem se enojo mucho con ellos. De castigo,
murieron en el desierto. De este acto, lo que más hizo encolerizar a Hashem fue
que rebajó Su milagro, ya que no es tan magnífico que salga agua de una piedra
después de golpearla (como ya había hecho) que luego de hablarle.
Los judíos acamparon al pie de la
montaña Har HaOr. Hashem le dijo a Moshé, que avisara su hermano Aharón, que
moriría en la cima de ese monte. Así fue como hizo, fueron con Elazar (hijo de Aharón),
y vieron una cueva, con una cama y una vela. Aharón se acostó y Moshé le fue
sacando las prendas de Cohen Gadol, mientras se las ponía su sobrino. Cada
parte que le sacaban la ropa, una nube de gloria, la tapaba, hasta que fue
cubierto totalmente y Hashem tomo su alma.
Los Amalekim aprovechan el
momento y los atacan, pero pierden.
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