Los Iehudim estaban pasando por Moav, a cuyos integrantes pidieron
que los dejaran pasar, pero se negaron. Al escuchar que acababan de vencer a
Sijón y Og (gigantes), se aterraron, ya que sabían que ellos no les ganaban a
través de su fuerza a sus enemigos, con solo hacer tefilá y decir el nombre de
Hashem, salían victoriosos. Pensaron que la única manera de dominarlos, era a
través de hechiceros. Uno de ellos era Bilam, conocido por que se cumplan todas
sus maldiciones e interpretar sueños. Practicaba magia negra, algo prohibido
totalmente, ya que se usan los poderes de la impureza. Además, era profeta de
Hashem a pesar de ser Goi para que no digan los pueblos que su hubieran tenido
un Nabí entre ellos, hubieran aceptado a Hashem.
Balak, el rey de Moav, envió mensajeros a Bilam con dinero
para convencerlo que maldiga a los Iehudim. Bilam les dijo que le preguntaría a
Hashem y (obviamente) no lo dejó. Se lo comunicó a los mensajeros, pero
volvieron con más riquezas.
Bilam insistió a Hashem y lo dejó ir, pero con la condición
de que no maldijera a los Iehudim. En el camino, de repente, el su asno se desvió.
Bilam lo golpeó, y siguió caminando. Luego, el animal se volvió a detener y
llevó a su amo hacia unas piedras que
hicieron que Bilam quedara rengo y lo volvió a golpear. Siguió camino, pero de
pronto se detuvo. Bilam le pegó y este empezó a hablar como un humano. Le
dijo:- Bilam, ¿no sabes que por los Iehudim se creó el mundo? ¿Para qué me
pegas?
Bilam estaba tan enfocado en su objetivo, que ni le llamó la
atención que un animal hablara. Lo que había hecho que el asno no siguiera las órdenes
de Bilam fue que un ángel con una espada se puso delante de él. Hashem abrió
los ojos de Bilam y vio al ángel. Se asustó y confesó haber pecado, pero no de
corazón.
Balak y Bilam se prepararon para maldecir a los Iehudim.
Bilam sabía que cada día Hashem por un mínimo instante está enojado con
nosotros, así que espero hasta que sucediera. Pero no paso, Hashem contuvo su
ira a nuestro favor. Al empezar a hablar, Bilam no pudo maldecir, sino que
bendijo.
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