Casi toda esta perashá es el canto de
Moshé en su último día en este mundo
Moshé empieza diciendo que el cielo y la tierra son los
testigos de que los Bené Israel no deben desobedecer la Torá. Son ellos porque como
es imposible ir a algún lado sin cielo o suelo, así no se puede pecar sin ser
visto por estos testigos.
Moshé comparó a la Torá con la lluvia: sin agua no hay vida,
sin Torá, tampoco. Hashem es justo, no hace NADA por venganza, y no podemos
conocer cuáles son Sus pensamientos al castigarnos o bendecirnos. Cuando pecamos,
no perjudicamos a Hashem, sino a nosotros mismos. Podemos ver que generaciones
anteriores que pecaron (como la del diluvio, torre de Babel…) sólo lastimaron a
ellos, siendo dispersados o muertos por Hashem.
¡Los Iehudim nunca desapareceremos! Somos la nación elegida y
eterna para Hashem. Quizá seamos pocos en comparación de los otros pueblos,
pero siempre existiremos. Un buen ejemplo de que Hashem siempre nos cuida:
Todas las aves llevan a sus crías que no saben volar entre sus garras, ya que
si se las ponen en la espalda, aves que vuelan más alto podrían arrebatarlas.
En cambio, el águila no hace esto, se las pone en la espalda ya que es el ave
que vuela más alto que todas, y si le llegaran a tirar una flecha o tiro, muere
ella y sus crías no. Así (sin comparación) hace Hashem, Él es El que puede
hacer todo, y hasta dio Su casa (el Beit HaMikdash) para que no desaparezca
todo el pueblo Iehudí (judío).
Hashem mismo enferma y cura. Él siempre tiene sus razones al
mandarnos sufrimientos, los cuales son para nuestro bien (que no los
necesitemos), por ejemplo, para hacer Tefilá, para hacer Teshuvá, etc.
Hashem le dijo a Moshé que subiera a Har Nevó (o Har
HaAvarim), de donde vería todo Eretz Israel y finalmente, fallecería.
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